Las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad podrían tener más probabilidad de contraer COVID-19 y, si contrajeran la enfermedad, es quizás más probable que presenten un cuadro grave, lo cual puede llevar a su internación, terapia intensiva, ventilación o muerte. El riesgo de padecer enfermedades graves aumenta con la edad y también con las enfermedades preexistentes. Además de estas consecuencias directas de la COVID-19, estos grupos de personas pueden también tener más probabilidad de sufrir efectos secundarios más graves.
A continuación, describimos más en detalle los motivos por los cuales eso es así.
Consecuencias directas de la COVID-19 para las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad
Tasa de mortalidad: Las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad, en particular las que tienen enfermedades preexistentes, tienen más riesgo de morir de COVID-19. Una de cada tres personas adultas mayores tienen alguna discapacidad y, como las personas con discapacidad tienen más probabilidad de tener otros problemas de salud preexistentes (p. ej.: diabetes, asma, hipertensión y enfermedad pulmonar obstructiva crónica), ocupan las categorías de riesgo más alto con respecto al desarrollo de síntomas más graves de COVID-19 en caso de contagiarse. Estos factores se muestran en la siguiente imagen, que ilustra la tasa de mortalidad por COVID-19 en función de la edad y los problemas de salud preexistentes.
Fuente: Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades en la BBC
Mayor exposición debido a la capacidad reducida de mantener la distancia física: Es posible que las personas con discapacidad y las personas adultas mayores dependan de cuidadores que las ayuden a hacer tareas cotidianas, por lo que cumplir con las medidas de distanciamiento físico y aislamiento puede ser particularmente difícil o imposible. Los cuidadores que entran y salen de las casas también pueden poner en riesgo a las personas con discapacidad, las personas adultas mayores y a sus familias debido a que tienen más riesgo de exposición al virus. Sin embargo, los cuidadores tienen un papel fundamental porque permiten que las personas con discapacidad y las personas adultas mayores se desenvuelvan en su vida cotidiana. Asimismo, los datos obtenidos en Irak, India, Etiopía y Tanzania muestran que un 95% de las personas adultas mayores viven solas durante la COVID-19. A las personas adultas mayores se les indica que se aíslen por períodos largos para cuidar los sistemas de salud saturados, pero el aislamiento social puede generar mayor riesgo de enfermedades mentales, como ansiedad y depresión.
Mayor exposición debido a la inaccesibilidad de la infraestructura existente: Es posible que las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad no puedan evitar entrar en contacto con superficies que tocaron otras personas, lo cual hace que corran más riesgo de exposición al virus. Por ejemplo: las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad tienen más probabilidad de tener acceso limitado a las instalaciones y servicios seguros de agua, saneamiento e higiene (WASH). Incluso en las familias que tienen instalaciones de WASH disponibles, los miembros con discapacidad quizás no las puedan usar de modo aceptable o higiénico.
Miedo, confusión y ansiedad: Las personas con trastornos del espectro autista o que padecen demencia o enfermedad de Alzheimer pueden sufrir un grado mayor de miedo, confusión y ansiedad si se les altera su rutina. Las personas que tienen algún trastorno mental y han desarrollado formas de convivir con la angustia o con otros síntomas de su trastorno quizás noten otros "disparadores" durante la crisis. Por ejemplo: las personas que tienen historial de lavarse y limpiarse las manos en exceso para evitar que estén sucias, pero han conseguido controlar esta compulsión, quizás padezcan el potenciamiento de la ansiedad y tengan síntomas nuevos durante la crisis de la COVID-19. En Irak, a través de una evaluación rápida de las necesidades sobre los impactos de la COVID-19 en las personas adultas mayores, se halló que un 74% de las personas adultas mayores estaban preocupadas "todo el tiempo" o "casi siempre", y un 22% informó que era incapaz de hacer frente a esa situación.
Acceso remoto a los servicios: En muchos lugares, el distanciamiento físico ha generado un aumento en los métodos digitales o remotos de atención médica como alternativa a las consultas presenciales. Esto pone barreras adicionales en el acceso a la atención médica para las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad, dado que las nuevas tecnologías no siempre son accesibles ni inclusivas. Eso se puede deber a que los servicios no tienen un formato accesible. Las personas con discapacidad y las personas adultas mayores quizás también tengan menos acceso a las tecnologías, p. ej.: los teléfonos celulares.
Efectos secundarios de la COVID-19: Las personas con discapacidad y las personas adultas mayores se enfrentan a desigualdades que pueden exacerbarse durante la pandemia de COVID-19. Algunos ejemplos:
Acceso a otros servicios médicos: Las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad se enfrentan a desigualdades en los servicios de salud (p. ej.: servicios de atención prenatal, atención ambulatoria cuando fuera necesaria, mamografías y productos de asistencia) y tienen el doble de probabilidad de que las habilidades de los profesionales de salud y las instalaciones les resulten deficientes. En una encuesta realizada en varios países, se halló que un 63% de las personas adultas mayores (+60 años) tenían dificultades para acceder a la atención médica cuando lo necesitaban. Las personas con discapacidad, las personas adultas mayores en general y las personas adultas mayores con discapacidad también tienen menor probabilidad de poder costear la atención médica que necesitan. Las personas con discapacidad tienen un 50% más de probabilidad de tener gastos catastróficos en salud. Los datos obtenidos en Bazar de Cox (Bangladés) muestran de qué modo la COVID-19 podría exacerbar las desigualdades en el caso de las personas adultas mayores y las personas con discapacidad.
Empleo estable: Las personas con discapacidad tienen un 50% menos de probabilidad de tener empleo en comparación con las personas sin discapacidad. En entornos de ingresos bajos e intermedios, las personas con discapacidad pueden tener cinco veces menos probabilidad de tener empleo. La discriminación por edad está generalizada en el ámbito laboral. Si están trabajando, las personas adultas mayores y las personas con discapacidad tienen más probabilidad de estar en el sector informal y de enfrentarse a los riesgos de la protección social insuficiente. Las mujeres con discapacidad tienen menos probabilidad de tener empleo que los hombres con discapacidad. Es probable que las consecuencias económicas de la COVID-19 provoquen una reducción del empleo en las personas con discapacidad y las personas adultas mayores, dado que los trabajadores informales o de jornada parcial son los que tienen más posibilidades de ser despedidos o de que se les reduzcan las horas de trabajo. Con relación a esto, las personas con discapacidad pueden tener una tasa más alta de pobreza, inseguridad alimentaria o vivir en condiciones habitacionales precarias.
Violencia: Las personas con discapacidad y las personas adultas mayores tienen más riesgo de sufrir violencia y este riesgo puede aumentar aún más a causa del aislamiento por COVID-19. Es posible que las mujeres con discapacidad sean particularmente vulnerables al incremento de la violencia doméstica.
Educación: Las personas con discapacidad tienen menos probabilidad de empezar la escuela a la misma edad que sus pares y menos probabilidad de permanecer en el sistema educativo durante el mismo tiempo que sus pares. Esta situación repercute en la forma en la que se comunica la información sobre la COVID-19 a las personas con discapacidad. El cierre de las escuelas quizás también tiene consecuencias más marcadas para los niños con discapacidad y sus familias, que tal vez no tengan acceso a medidas de apoyo educativo que posibilitarían el aprendizaje en casa, lo cual podría hacer que a las familias les resulte más difícil afrontar la situación.
Estigmatización, discriminación y exclusión social: Las personas con discapacidad, las personas adultas mayores (en particular, las personas con demencia) y las personas adultas mayores con discapacidad (p. ej.: las personas que tienen deficiencias intelectuales o dificultades para comunicarse) tienen más probabilidad de ser estigmatizadas, discriminadas y excluidas socialmente en el ámbito jurídico, público y privado, lo cual podría hacer que corran con más desventaja durante esta crisis.
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Notas sobre revisión académica:
Redactado por: Jane Wilbur
Primera revisión: Hannah Kuper, Islay Mactaggart, Sian White, Chelsea Huggett
Segunda revisión: Bethany Caruso, Diana Hiscock, Islay Mactaggart
Última actualización: 08/09/2020