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Respuestas conductuales frecuentes a los brotes epidémicos
Respuestas conductuales frecuentes a los brotes epidémicos
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Escrito por Julie Watson
Actualizado hace más de una semana

En marzo de 2020, se reunieron 36 expertos en comportamiento para resumir cuál es el efecto que puede tener en el comportamiento una pandemia como la de la COVID-19. A continuación, resumimos sus ideas y observaciones principales provenientes de otra investigación. El artículo completo se encuentra aquí.

1. Se intensifica el miedo

El miedo es una de las respuestas emocionales clave que tienen las personas ante una amenaza inminente que pone en riesgo a sus seres queridos o a ellas mismas. El miedo es contagioso y, con la notable exposición a los medios de comunicación y las redes sociales en la mayor parte del mundo, la amenaza de una pandemia mundial se percibe rápidamente como inminente y la sensación de miedo se puede generalizar. Prueba de ello en el caso de la pandemia de COVID-19 es la compra compulsiva por pánico de alimentos, artículos de higiene personal y medicamentos antes de que hubiera casos confirmados de virus en un país. Se debe tener cuidado de no potenciar el miedo al punto de generar daño psicológico o conductas negativas, como la compra compulsiva por pánico. En cambio, se debe hacer un uso constructivo del miedo para alentar a las personas a que hagan cambios positivos en su comportamiento, con el fin de mitigar la amenaza. Algunos ejemplos son el distanciamiento físico y el lavado frecuente de manos con jabón. Este método será eficaz con la mayoría de las personas. Sin embargo, notamos que algunas personas creen sin fundamentos que tienen menos posibilidad de toparse con la amenaza y, por lo tanto, se muestran más reacias a seguir correctamente las pautas de salud pública. A este fenómeno lo llamamos "sesgo de optimismo". Debemos usar estrategias para vencer el miedo y el sesgo de optimismo para que las estrategias de salud pública sean eficaces.

2. Se crean normas sociales nuevas

Durante un brote epidémico, se crean normas sociales nuevas a raíz de la modificación de las órdenes gubernamentales. Promover las normas sociales positivas, como el distanciamiento físico y el lavado de manos, por distintas vías de comunicación de modo que lleven a las personas a creer que quienes las rodean y, particularmente, las personas con las que se identifican, están siguiendo esas normas posiblemente las aliente a adoptarlas para sí como normas sociales nuevas. Asimismo, condenar públicamente a quienes rompen la cuarentena y no practican el distanciamiento físico podría transformarse rápidamente en otra nueva norma social. El uso de modelos a seguir también puede promover la formación de normas sociales nuevas mediante la ejemplificación de la conducta. Por ejemplo, es poco probable que el comportamiento de los jóvenes se vea influenciado por cómo se comportan los adultos, pero los jóvenes prestarán más atención a cómo se comportan otros jóvenes.

De la amenaza de un brote epidémico y de la experiencia compartida de una catástrofe, puede surgir un sentido de identidad compartida y es posible que veamos a las personas actuar de manera altruista. Podemos aprovechar esto instando al público a actuar por el bien común. Las historias de pánico y de las personas que actúan de modo egoísta y competitivo, p. ej.: acaparando productos, socavan el sentimiento de colectividad y son cuestiones que deberían desalentarse en los medios de comunicación y las redes sociales. En cambio, se deberían fomentar las nuevas normas positivas, los modelos a seguir y el comportamiento altruista.

3. Se incrementan los hábitos de higiene

Una combinación de los dos factores anteriores lleva a las personas a lavarse las manos con más frecuencia durante los brotes epidémicos. Este fenómeno se debe a que se potencia nuestra sensación de asco: ahora todo lo que nos rodea nos pone en riesgo de enfermarnos y, por eso, sentimos la necesidad de limpiar y estar limpios. Por este motivo, la tarea más importante para promover la higiene es simplemente hacer posible que las personas adopten hábitos correctos. Por eso, la tarea más prioritaria debería ser crear un entorno favorable mediante el acceso a la infraestructura de lavado de manos y al agua y el jabón. Cuando fuera posible, es importante mantener la limpieza de las instalaciones para minimizar la sensación de asco y permitir que se creen normas sociales nuevas. Toser y estornudar en el pliegue del codo y usar una mascarilla si el gobierno así lo ordena son otros de los comportamientos importantes relativos a la higiene que debemos promover.

Lamentablemente, el aumento de los hábitos de higiene que vemos durante los brotes epidémicos no suele durar. A medida que va desapareciendo el miedo o si el brote se vuelve endémico y se normaliza, los hábitos a menudo comienzan a perderse. Sin embargo, esta situación se podría mitigar si en los programas de promoción de higiene se considera la sostenibilidad a largo plazo de las actividades.

Nota del editor

Escrito por: Julie Watson
Revisado por: Sian White, Elli Leontsini
Fecha de la versión: 04.04.20

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